dimarts, 20 de març del 2012

Perderla para siempre

Hoy contamos con un texto especial, un poco más largo de lo que es habitual en este blog, de una joven escritora que podéis seguir en Twitter en @15desi15. Ella lo ha titulado "Nuestra Esencia", espero que os guste.


“Todo empezó una mañana de septiembre. Aquel día mi despertador sonó a las siete y media por primera vez después de un largo verano. Me levanté con la sensación de que un nuevo mundo me abriría las puertas. Así pues, di un salto alegre de la cama, me puse los pantalones que Carla me había planchado y la primera camiseta que encontré en el limpio y ordenado armario. Después de haberme vestido me miré en el espejo, tenía un aspecto normal. Mi pelo rubio y liso seguía en su sitio y mis ojos azules, a pesar de verse un poco enrojecidos por el cansancio, tenían buen aspecto. Me dirigí hacia la cocina, me bebí el café ya preparado y me dispuse a salir a la calle.

Después de cuatro años en la facultad de derecho por fin empezaba a trabajar en un despacho de abogados. Mi nuevo lugar de trabajo se encontraba en un prestigioso edificio en el centro de Barcelona. Era lo que siempre había querido, trabajaría en un lugar con clase, cuyas personas la tendrían también. Por fin mis esfuerzos darían sus frutos. Clase, dinero y quien sabe si algún día una prestigiosa fama.

La jornada laboral fue gratificante. Conocí a muchas personas interesantes, entre ellas a Miriam, una chica esbelta, de pelo rojo y ojos claros. Miriam tenía todo lo que mi memoria me dejaba recordar del ideal de chica que me hice años atrás, obviamente antes de conocer a la dulce Carla. La chica era abogada y también era su primer día en la empresa, la verdad es que congeniamos bastante bien, teníamos gustos parecidos. Y lo que yo creía más importante hasta ahora, ambiciones de futuro parecidas.

A medida que la charla iba subiendo de nivel, llegó la pregunta que a todo ser humano nos viene a la cabeza des del primer momento y que no nos atrevemos a hacer. ¿Tienes pareja? De una manera inexplicable empecé a ponerme nervioso y le dije que NO. Una palabra que retumbó por todo mi interior y creo que por todo el despacho también, al menos esa fue la sensación que me dio.

No se cómo fui capaz de pronunciar tal respuesta, de negar a la persona que sostenía mi vida. En aquel momento el significado de mi respuesta fue superfluo para mi, hasta que le hice la misma pregunta. ¿Y tu?

La chica sonrió mientras asentía con la cabeza. De un modo casi seguido empezó a hablar de su maravillosa vida con el cirujano que operó a su madre.

Aquel día no pude mirar a Carla a la cara. De hecho, aparenté estar cansado y me fui directo a la cama, sin articular sonido alguno. A partir de ese día mi actitud hacia mi novia cambió y todo lo relacionado con mi forma de ser también. Empecé a ser más observador con las chicas del trabajo, hasta que un día, hablando con una clienta cuyo divorcio estaba tramitando, llegué a tener una conversación tan profunda hasta el punto en el que llegamos a acordar una cita para aquella misma noche. Esa tarde, le dije a Carla que había quedado con un cliente para cenar y hablar de unos tramites, de hecho no era del todo mentira. Carla asintió con la cabeza y ya no me volvió a mirar. Aquel día no me encontré ningún pantalón planchado, y, de hecho, me costó el doble escoger la camisa que me pondría. Aquel día me puse colonia y peiné mi pelo con gomina para que tuviera más volumen.

Quedé con esa mujer en un restaurante, cuya decoración era bastante ostentosa. Raquel era una mujer alta y rubia, con una preciosa figura, pero, de una manera paulatina, me empecé a dar cuenta que ni el exceso de maquillaje la hacía más guapa y encantadora que Carla. Aquella mujer me contó a que se dedicaba y el gran patrimonio que conseguiría con su divorcio. En sus palabras se percibía ambición. De hecho, es lo único que pude percibir por que no le presté demasiada atención, ni a su sonrisa, ni a sus exuberantes curvas, ni a sus verdes ojos. En este momento todo me parecía superfluo, hasta que me besó. No describiré ese beso detalladamente por el respeto que le debo a Carla, o quizá es por qué puede que de lo poco que me gustó ya ni mi acuerde.

Llegué abatido a casa, con ganas de abrazar a Carla. La encontré de morros en el sofá, era como si lo supiese todo. Me acerqué a ella y le dije la típica frase. “Perdóname no eres tu, soy yo” seguida de un te quiero.

De repente, vi como de sus ojos brotaba una sonrisa, que se deslizó por su rostro y, sin apenas dibujar un rabillo, se detuvo en el ángulo derecho de la boca. Un minuto después, se dedicó a contestarme de una manera despreciablemente serena.

- Basta! Se acabó, yo te quiero ¡Y mucho! Pero... ¿Crees que soy idiota? ¿Crees que no te conozco lo suficiente cómo para percibir que aquí estaba sucediendo algo extraño? Durante estos meses he percibido tu peste a colonia a kilómetros de mí. Sabía que algo pasaba, pero preferí esperar a que te dieras cuenta de lo mucho que me quieres. Sabía que había amor en tu interior, pero que tu absurda ambición te había cegado. Esperaba que recordaras nuestra historia. No eres mejor ahora que antes, simplemente te has vuelto más egocéntrico. Desde el principio sabías lo que cada uno podía aportar bueno o malo en esta relación. Hasta que te has olvidado de lo más importante, me quieres. Por tu culpa me he marchitado paulatinamente, mis pétalos han ido cayendo uno a uno. Pero ya va siendo hora de que yo también florezca. Tal vez creías que merecías algo mejor y que yo era poca cosa para ti, pero no es así, tu manera de subestimarme me ha hecho abrir los ojos. No eres tú, soy yo quien me merezco algo mejor. Ahora me veo capacitada de conocer a una persona digna de mí.

Y así fue como perdí al amor de mi vida.”

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